Isla de Ouessant

La isla bretona de Ouessant, un lugar de calma y tempestad en los duros inviernos, de cálidas tardes en verano.
La isla bretona de Ouessant, un lugar de calma y tempestad en los duros inviernos, de cálidas tardes en verano.

Esta salvaje y bella isla ejemplifica los escarpados perfiles de la costa bretona. El dicho local Qui voit Ouessant voit son sang (Al ver Ouessant, uno ve su propia sangre) expresa de forma dramática su salvaje naturaleza y el temor que crean las poderosas corrientes y las traicioneras rocas de la zona. La isla, de 8 km de longitud, es la guardiana de la entrada al Canal, y sirve también como punto de referencia visual para más de 50.000 barcos al año.

Aunque sus habitantes ya no están aislados del resto del mundo, todavía mantienen tradiciones centenarias: las casas se pintan de azul y blanco, por motivos religioss o de verde y blanco, como símbolo de la esperanza, y se amueblan con madera encontrada en la playa; ancianas de gesto arrugado tejen cruces de encaje para representar a sus maridos perdidos en el mar; pequeñas ovejas negras vagan libremente por los campos; y el ragoût de mouton (cordero asado bajo una capa de raíces y hierbas) sigue siendo el plato típico. Ouessant también cuenta con un importante faro, buenos museos de historia local y paseos y paisajes sobrecogedores. La isla se encuentra a 20 km de tierra firme; se puede acceder a ella desde los puertos de Brest o Le Conquet, al noroeste de la Bretaña.