Bretaña se encuentra en la noroeste del hexágono francés y forma el Finisterre, el fin de la tierra, de Francia. Como el Finisterre español, está región es geológicamente muy antigua, predomina el granito y está dominada por la influencia del Atlántico. Pero no es la única semejanza entre Bretaña y Galicia. Poblada desde tiempos antiguos, quedan en ella restos de ese pasado prehistórico y también huellas de la cultura celta que se extendió por toda Europa hace más de 2.000 años. Como en el caso español y en las islas británicas, estos finisterrae de Europa albergaron los últimos vestigios celtas antes de que estas poblaciones se mezclaran con las nuevas en ese proceso de mestizaje que se llama Humanidad.
La naturaleza rugosa y autentica, poco edulcorada con cambios, se ha mantenido relativamente aislada durante siglos, prácticamente hasta que la Revolución francesa y el siglo XIX integrasen a Bretaña gracias a la escuela y el Estado.
Para el turista esos rasgos atlánticos y marinos serán un verdadero placer, sobre todo para aquellos que huyan del calor estival del Mediterráneo y del centro de Francia. Lo será también para quienes busquen un tiempo que cambia muchas veces a lo largo del día, que se cubre y clarea, donde llueve eternamente sobre los dólmenes prehistóricos, y donde cada rayo de luz parece revigorizar las almas melancólicas que sienten la necesidad de la ola batiendo contra la roca, la naturaleza, la cultura y la gastronomía historia.
Y todo sin olvidar que la península bretona, llena de playas, de acantilados, de rocas legendarias sobre las que se aposentan no menos legendarios faros oculta un interior rico e interesante. Para conocerlo sumerjámonos en la península del fin de la tierra francesa.
La Bretaña, un territorio inmerso en el mar.
Bretaña ocupa poco más de 27.000 km2 y tiene una población de 3.100.000 habitantes. Cuatro departamentos componen la región Côtes-d’Armor, Finisterre, Ille-et-Vilaine y Morbihan. El departamento de Loire-Atlántique cuya capital es Nantes, perteneció antiguamente al Ducado de Bretaña, pero hoy forma parte de la región de País del Loira – Pays de la Loire.
A pesar de su tamaño reducido, la forma peninsular y su proyección atlántica refuerzan los efectos del mar en el clima, la fauna y la flora. Si en el Mediterráneo, en Languedoc-Rosellon o en Provenza los días amanecen y se terminan con el mismo tiempo, sea nublado, ventoso o cálido, en el norte, -sobre todo en la Bretaña del fin de Europa-, podemos gozar o sufrir de todos los tipos de tiempo. Un mismo día puede ser ventoso y lluvioso, para transformarse en agradablemente veraniego, con rayos de sol que rompen las nubes y terminar con una bruma marina que lo invade todo lentamente con humedad constante. Esto nos obliga a ser un poco más previsores, ya que incluso en verano los cambios son frecuentes y, a veces, bastante drásticos.
Al mismo tiempo, los paisajes se transforman con el cambio de tiempo y nos ofrecen una gama mucho mayor de colores, de sensaciones. No nos encontraremos casi nunca con el calor abrasador del Midi, que no deja hacer nada más que reposar esperando la caída del sol. Bretaña es ideal para los cicloturistas, los viajeros que quieran recorrer la naturaleza por su canales o navegar por sus costas.
La variedad de paisajes marinos es una de las atracciones más importantes de Bretaña. Esta gran riqueza ha sido descuidada a veces y los efectos de una industrialización (sector agroindustrial, sobre todo ganadería porcina) exagerada y mal gestionada, así como un crecimiento inmobiliario importante, – sin llegar a los horrores de buena parte del litoral español-, han perturbado y destruido algunas zonas. Con todo, predomina aún una costa que todos los amantes del mar que la visiten amarán desde el primer vistazo. Su situación a medio camino ente el norte y el sur de Europa hace que posea paisajes de ambos tipos. Además en su parte continental encontraremos landas y turberas.
La biodersidad es muy grande, a pesar de no ser una zona demasiado boscosa (menos del 10%), pero necesita ser cuidada ya que los efectos de la industria ganadera han modificado el tradicional boccage y han contaminado en algunas zonas los acuíferos. La conciencia ecológica comienza a ser mayoritaria y ya el crecimiento económico no es un dogma. Esperemos que las crisis económicas que nos amenazan no perturben esos pasos dados en el buen camino, el del respeto y la cohabitación con la naturaleza. Gracias a ello hoy aún se puede disfrutar de las nutrias, los tritones, las musarañas, las anguilas y hasta de focas y delfines.
Bretaña tierra de islas, faros y canales.
La costa bretona esta perlada de islas de duro granito que resisten los embates del tiempo y de la mar. Islas que se encuentran en todas las fachadas y que contienen historias y modos de vida que aún sorprenden a pesar de la mejora de las condiciones de transporte, etc. A diferencia de las tranquilas islas Anglonormandas junto a la península de Cotentin, -que dependen de Gran Bretaña-, las islas bretonas no poseen tanta vegetación y son más rocosas. Los faros que las defienden y señalizan son verdaderas obras de arte, popularizadas por pósters y carteles que hoy se venden en todo el mundo.
Entre la Baja Normandía y Bretaña, el Monte Saint Michel es la primera y más singular isla. Situado en el estuario de una ría, el Monte Saint Michel es una abadía medieval, hoy uno de los monumentos franceses más visitados. Aquí no hablaremos mucho de él, ya que posee su propia página dentro de Otros Destinos. Sólo decir que un complejo proyecto busca recuperar el entorno del estuario que por la acción humana estaba rellenándose de arena y limo, lo que estaba uniendo la isla al continente. En unos años la isla recuperará toda su insularidad para disfrute de los turistas que llegan a esta obra, patrimonio mundial de la UNESCO.
Continuando desde Normandía encontramos la isla de Brèhat, después en pleno Finisterre la isla de Ouessant -una de las más visitadas-, la de Sein, el archipiélago de Glènan, después frente a Lorient la isla de Groix y, cerca de Vannes, la más grande Belle Île, junto a Hoedic y Houat.
Además de las islas el recortado litoral es una de los mayores atractivos bretones. Cualquier porción de costa merece un alto en el camino. Grande puertos como St-Malo, Quinper, Brest o Lorient son muy conocidos pero cualquier pueblecito de costa contiene los elementos para gozar de una agradable jornada estival, sol, playas y gastronomía.
Los canales bretones nos también un buen reclamo turístico. Es fácil alquilar una gabarra y recorrer sin miedo los largos canales haciendo paradas en pueblos y monumentos con la ventaja de llevar la casa a cuestas. Una ruta muy recomendable, pero una ruta entre otras, es la que va de Rennes hasta el embalse de Guerledan cerca de Nantes, vía Redon en el límite de Bretaña. Este canal que continua hacia el norte hasta Brest es fácilmente navegable con las gabarras pero también ofrece una interesante vía cicloturista, otra de las actividades que son muy recomendables en Bretaña.
Historia de piedra y un poco más de historia.
Bretaña es una región con un pasado marcado por su carácter peninsular y por la sucesión de poblaciones. Poblada por grupos neardentales, el desarrollo de la agricultura producirá sociedades relativamente complejas y fuertes que se dedicarán con entusiasmo a la construcción de megalitos. El rico neolítico que dará lugar a estas inmensas concentraciones de monumentos de piedra entre aproximadamente el 5.000 y el 2.000 A.c.
Los famosos alineamientos de Carnac son uno de los sitios prehistóricos más conocidos del mundo. Estos restos se sitúan en el municipio de Carnac en el departamento de Morbihan. El sitio es espectacular ya que ocupa una gran extensión y engloba más de 4.000 monumentos entre menhires y dólmenes. Desde 1996 forma parte del patrimonio universal de la UNESCO. Los monumentos son de diversos tamaños, desde pequeñas piedras hasta menhires como el de Locmariaquer que pesa unas 300 toneladas, una piedra de 20 metros de altura. Los estudios arqueológicos muestran que un puñado de hombres podían construir estas obras mediante cuerdas y e instrumentos de madera. El alineamiento de Ménec mide casi 1200 metros de largo y 100 metros de ancho y engloba casi ¡1.100 menhires! Aún siendo el lugar más espectacular toda la región esta llena de monumentos prehistóricos.
Bretaña fue uno de los reductos celtas, fue romanizada sin demasiados problemas ya que Asterix y Obelix son sólo fruto de la imaginación de Uderzo y Goscinny. Diversos grupos celtas vivían en la región cuando fue conquistada por los romanos de Julio Cesar. Más tarde cuando la decadencia ya era un hecho en el Imperio Romano, grupos de britones llegan a la actual Bretaña provenientes de las Islas Británicas que darán nombre a la zona.
Los diversos territorios se irán configurando tras la caída del Imperio Romano, primero en un b, después en un reino en el siglo IX. A partir del siglo X el, otra vez, ducado basculará entre la dependencia del Reino de Inglaterra y del de Francia, con cuyas familias reales mantiene complejos y habituales lazos de parentesco. Teniendo en cuenta que el rey de Inglaterra reivindicaba el trono de Francia, Bretaña goza de gran importancia estratégica durante la baja Edad Media.
A finales del siglo XV la hegemonía francesa es ya notoria y comienza la integración del Ducado en la corona. Carlos VIII se casará con Ana de Bretaña confirmando su propiedad sobre Bretaña en 1491. A partir del siglo XVI Bretaña está indisolublemente ligada a la corona, guardando sin embargo buena parte de los privilegios feudales que caracterizaban el Antiguo Régimen. Sólo la Revolución de 1789 resolverá definitivamente estas rémoras del pasado dando lugar a un sistema universal y ciudadano.
Durante la edad moderna el comercio con Europa y las colonias francesas de América y Asía marcará la edad de oro de la región gracias a sus puertos, a sus marineros y comerciantes. El siglo XIX será un siglo de estancamiento, sin embargo, del que Bretaña comienza a recuperarse. La mejora de los transportes, la línea de TGV ya llega a Rennes y Nantes y en el futuro unirá también Brest, Quimper, Vannes y Lorient, integra mejor la península con París, Burdeos y el resto de Francia. Ciudades, Música y gastronomía.
La visita de las ciudades será una parte importante de cualquier viaje a Bretaña. Las grandes ciudades poseen una arquitectura bella y muy distinta la que estamos acostumbrados en España o en América Latina. La influencia del norte de Europa se nota en la construcción à colombage, con las vigas de madera pintadas de colores vivos destacándose y ornando las fachadas de las casas. Los tejados de madera también son muy típicos.
La arquitectura religiosa, catedrales, iglesias, ermitas, es muy destacable también, ya que la influencia del catolicismo ha sido muy fuerte en está región. Bretaña ha sido una región tradicionalmente religiosa y conservadora, pero las cosas están cambiando y esa imagen se queda en un mero tópico. La izquierda gana desde 2004 en todas las elecciones y la religión y el tradicionalismo son cada vez más un elemento turístico más que un sentimiento.
La cultura en Bretaña está bastante impregnada de un cierto sabor celta. Ciertamente se trata de un movimiento de revival que tiene buena parte de forzado y turístico. Son muestras de ello, interesantes por otro lado, la presencia en la música de la gaita y de los sonidos célticos; en la gastronomía las galettes, la sidra, o las diversas y muy recomendables cervezas.
En Bretaña aún se habla el bretón – en realidad varios dialectos -, lengua emparentada con el gaélico. Hoy en día es una lengua poco hablada por la población, aunque muchos de sus términos se usan corrientemente. Como ven muchos elementos atractivos que deberían colmar unas buenas y diferentes vacaciones en el cuerno de Francia.