Cultura de Francia

VIsta de la famosa pirámide del patio Napoleón (Cour Napoléon). Foto de Ali Al-Talib.
VIsta de la famosa pirámide del patio Napoleón (Cour Napoléon). Foto de Ali Al-Talib.

ARQUITECTURA | CINE | FILOSOFÍA | EDUCACIÓN | LITERATURA | MÚSICA | PINTURA

La cultura de Francia está íntimamente relacionada con el desarrollo cultural del mundo occidental, en particular en las áreas de las artes y de las letras. París ha sido considerada durante mucho tiempo como el origen de la cultura de Francia.

Durante la edad media, Francia fue un destacado foco cultural en Europa y después, la riqueza de la monarquía francesa en los siglos XVI, XVII y XVIII subvencionó el arte a una escala comparable con la del Papado, lo que atrajo a París a la mayoría de los talentos artísticos de Europa. El aumento de la riqueza también permitió el crecimiento de una clase acomodada, que tenía tiempo y medios para practicar la elegancia en el vestir, en el comportamiento social, en la arquitectura y en el diseño, desarrollando unos estilos y unas formas sociales que todavía perduran en la cultura de Francia y por lo tanto en la occidental.

En el siglo XVIII, Jean-Baptiste Chardin llevó al arte francés la simpleza y domesticidad de los maestros holandeses. Más tarde, Napoleón nombró a Jacques Louis David, un líder de la Revolución de 1789, pintor oficial del Estado. David produjo gran cantidad de cuadros, entre ellos el que muestra al dictador revolucionario Marat. La producción literaria de este período es monopolio de los filósofos, entre los que se encuentran Voltaire y Rousseau. En la música los representantes más destacados fueron los impresionistas Claude Debussy, Maurice Ravel y Berlioz, fundador la orquestación moderna y productor de óperas y sinfonías que favorecieron un nuevo renacimiento musical. Víctor Hugo es la figura clave del Romanticismo francés del siglo XIX. Por aquel entonces, el Romanticismo evolucionaba hacia nuevos movimientos, tanto en prosa como en lírica; surgieron tres grandes de la literatura francesa: Gustave Flaubert, Charles Baudelaire y Émile Zola, con su controvertida, innovadora y poderosa obra. En la cultura de Francia también destaca el poeta Arthur Rimbaud, que rondaba los 37 años, escribió dos obras perdurables en el tiempo: Iluminaciones y Una temporada en el infierno. El escultor Auguste Rodin, considerado por algunos críticos como uno de los más exquisitos retratistas de la historia del arte y por supuesto de la cultura de Francia, reprodujo suntuosas figuras de bronce y mármol. La pintura retratista fue modernizada simultáneamente por Jean Auguste Dominique Ingres y Eugène Delacroix; la pintura paisajista sufrió sus primeras modificaciones de la mano de Jean-François Millet y la Escuela de Barbizon y, posteriormente, de Édouard Manet y los realistas. El trabajo tardío de Manet está influido por la escuela impresionista de Claude Monet, entre cuyos estudiantes figuraban Camille Pisarro y Edgar Degas.

Ya en el siglo XX, el post-impresionismo dio paso a una desconcertante diversidad de estilos en la cultura de Francia. Entre ellos, dos son particularmente significativos: el Fauvismo, con Henri Matisse, y el Cubismo, personificado en Pablo Picasso. A éste le siguió el dadaísmo, cuyos seguidores se comportaban de manera extraña en reacción a la negatividad de la II Guerra Mundial.

Las bailarinas de Degas
Las bailarinas de Degas

Marcel Proust dominó la literatura de principios del siglo XX con su atroz pero exquisita novela de siete volúmenes: En busca del tiempo perdido. Los poetas André Bretón y Paul Eluard eran surrealistas militantes fascinados con los sueños, la adivinación y todas las manifestaciones de lo maravilloso. Tras la II Guerra Mundial, se desarrolló el Existencialismo, con Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Albert Camus, quien subrayó la importancia del compromiso político del escritor. De Beauvoir, autora de la innovadora El segundo sexo, tuvo una profunda influencia en el pensamiento feminista. A finales de la década de 1950, otros jóvenes escritores comenzaron a buscar nuevas formas de organizar la narrativa; la novelista Nathalie Sarraute, por ejemplo, suprimió las molestas convenciones de los personajes y los argumentos fácilmente reconocibles. Marguerite Duras, que saltó a la fama en 1984 con su novela erótica El amante, empleó una abstracción similar a la de Sarraute, anteponiendo el estado de ánimo a la descripción del personaje.

Las décadas de 1950 y de 1960 supusieron un período innovador en el cine francés, echo que marco mucho la cultura de Francia, y una nueva generación de directores, como Jean-Luc Godard, Alain Resnais, François Truffaut y Louis Malle, irrumpió en escena. La figura del director-autor continuó hasta los años setenta. Para entonces, la nouvelle vague había perdido su carácter experimental y forjó la reputación del cine francés como una empresa intelectual. Los directores más exitosos de la década de 1980 y de 1990 crearon películas originales y de gran impacto visual en las que mostraban lugares poco habituales, historias extrañas y personajes únicos. Los directores más respetados son: Jean-Jacques Beineix, que realizó Diva y Betty Blue, y Luc Besson, que dirigió y escribió El quinto elemento y El gran azul .

Otros autores asociados a este período de la literatura francesa son los filósofos Roland Barthes, Michel Foucault y Julia Kristeva, conocidos sobre todo por sus escritos teóricos sobre literatura y psicoanálisis.

En otro orden de cosas, las viñetas de Astérix son también admiradas. Cuando los franceses consiguen apartar sus ojos de las Bellas Artes, se obsesionan con el fútbol, el rugby, el baloncesto y el ciclismo, especialmente con el Tour de France, al que dedican toda su atención. También son populares los juegos tradicionales como la petanca.