La cocina tradicional de la Mère Poulard
Anne Poulard nació en 1852, veinte años antes de que el Mont Saint-Michel volviera a abrirse de nuevo al mundo después de haber sido una prisión tras la Revolución francesa. Se casó con el hijo del panadero del Mont Saint-Michel, Victor Poulard y decide dedicar su vida a sus dos pasiones, all Mont Saint-Michel y a la cocina.
La tradición de hospitalidad del Monte Sain-Michel es bien conocida desde que comenzaron a llegar los primeros peregrinos a las posadas donde eran acogidos por los monjes. En 1888, los Poulard abrieron la suya donde los visitantes pueden disfrutar de su comida. En seguida comenzaron a llamarla la “Mère Poulard”.
A finales del siglo XIX, la carretera que une Saint-Michel al continente hace que aumente el número de visitantes, que son sobre todo turistas.
El renombre de la Mère Poulard crece, tal y como lo testimonian los 3500 retratos y autógrafos de celebridades del mundo de la policía, la economía, el arte, el teatro, el cine, el deporte…que decoran los muros de la posada.
Visitantes ilustres
Reyes como Eduardo VII y la familia real de Inglaterra son asiduos comensales de la Mère Pouland a principios del siglo XX y contribuyeron en parte a su fama. Así como el presidente de los Estados Unidos Roosevelt y el Jefe del gobierno francés Georges Clemenceau, gran amigo de la Mère Pouland y amante de su cocina.
O miembros de la familia imperial de Japón, los príncipes Takamatsu, príncipes rusos en exilio, Trotski…
En ocasión del centenario de la creación de la posada de la Mêre Poulard, se celebró un acuerdo entre Margaret Thatcher y el presidente francés François Mitterand.
La posada de la Mère Poulard hoy
La posada de la Mère Poulard se sitúa en el corazón de la ciudad medieval del Monte San Michel. Está abierto todo el año. Las habitaciones tienen el encanto de las estancias antiguas y ofrecen una bella vista de la bahía, la abadía, el pueblo y los jardines.
Y en el Restaurante de la Mère Poulard puede ver la sala de la tortilla que se hace a la antigua, en la chimenea. Allí puede degustar la famosa tortilla de Mère Poulard, hecha con mantequilla, el foie gras de Normandía, el cordero criado en los prados salados, y otros platos tradicionales creados por la Mère Poulard.
Durante más de cincuenta años realizó numerosas recetas muy conocidas en Francia, como las galletas de la Mère Poulard, de mantequilla, pero también de chocolate.
La tortilla de la Mère Poulard, especialidad del Mont Saint-Michel
Se trata de una tortilla soufflé, a la que a veces se añade nata. Los huevos se baten a punto de nieve en un recipiente de cobre con un batidor muy largo a un ritmo especial. Se hace en una chimenea con leña.
Mère Poulard ha desarrollado esta receta después de darse cuenta de lo hambrientos que llegaban los peregrinos al Mont Saint-Michel. Tenía que ser un plato fácil y rápido que se pudiera preparar a cualquier hora.
El diseñador Christophe va a contribuir a hacer la tortilla de la Mère Poulard mítica, mencionándola en las “Aventuras de la familia Fenouillard”.
Las riquezas de la bahía
La bahía del Mont Saint Michel posee una gran riqueza de mariscos y pescados. Del lado normando, se pueden encontrar vieiras y otros mariscos. Mientras que en el lado bretón, en el puerto de Cancale, hay criaderos de ostras y mejillones. Los mariscadores encuentran gran cantidad de berberechos y camarones.
El cordero pré-salé
Es la oveja de los prados salados. Es de la raza Rouge de la Hague, llamada también Roussin, que pasta en unos prados ricos en sal y yodo.
Son característicos de la bahía del Mont Saint-Michel, entre tierra y mar, donde la vegetación que crece en los pastizales está recubierta por el mar. Durante la Edad Media se desarrolló en ellos la cría de ovejas, cuya alimentación da a su carne un sabor sin igual. Ello contribuyó a que el Monte Saint-Michel se hiciese un nombre dentro de la gastronomía del país.
Los polders
Los polders constituyen otro paisaje caracterísitico de la bahía. En el siglo XX se desarrollan estas tierras robadas al mar para la construcción de diques. Son tierras fértiles dedicadas al cultivo de legumbres y algunas verduras, que tienen un sabor muy especial y que se encuentran en muchas de las recetas de la región.