El Museo de Orsay de París se ha renovado después de 25 años desde su creación, tras dos años de obras y ha inaugurado sus nuevas salas el 20 de octubre de 2011. La organización del museo ha cambiado gracias a la ampliación del espacio, se han transformado la antigua sala de las columnas y la galería de los impresionistas; los cuadros se pueden apreciar en su justo valor gracias a la instalación de iluminación de alta tecnología; y se ha repensado la cafetería que donde se encuentra uno de los grandes relojes de la estación.
Toda una revolución que se ha ido haciendo de forma casi invisible, sin necesidad de cerrar las puertas del museo, en una superficie de 7200 metros cuadrados, algo más del 40% de la exposición. En total se han desplazado 1000 obras de las 1850 que hay en el Museo de Orsay. Y el resultado es sorprendente.
Las novedades son muchas y el Museo de Orsay se ha ido alejando de la austeridad imaginada por la italiana Gae Aulenti cuando se creó el museo en 1986. Es cierto que la nave central, monumental no ha cambiado. Pero el Museo de Orsay necesitaba cambiar porque había dejado de estar preparado para acoger a los 3 millones de visitantes anuales que vienen, sobre todo, atraídos por las obras de los impresionistas, y que se perdían en un laberinto de salas. A partir de ahora los visitantes del «Nuevo» Museo de Orsay se sitúan gracias al color rojo del muro del fondo que ha solucionado los problemas de señalización y circulación de los visitantes.
En el circuito de visita, ya no hay una continuidad entre los impresionistas y sus sucesores, lo cual termina con la concentración de visitantes en estas salas dedicadas a los modernos, y permite que se visiten otros artistas. Tenemos pues, a la derecha, las nuevas salas post-impresionistas: Seurat y Signac se han ido con Gauguin y Van Gogh a la galería Françpise Cachin, que se encuentra en el nivel medio, paralela a la calle de Lille. Y la «Sala de las columnas» («Salle des colonnes»), donde antes estaban los post-impresionistas, ahora se ha transformado en una sala para la colección de arte gráfico y para exposiciones temporales. A la izquierda, una creación digna de admiración: el Pabellón Amont.
El Pabellón Amont
El interior del Pabellón Amont, antigua sala de máquinas de la estación de Orsay, ha sido totalmente reconstruida bajo la dirección del arquitecto Dominique Brard y el Atelier de l’Ile. Los espacios de exposición se han ampliado gracias a la construcción de cinco niveles: 2000 metros cuadrados extras; y se han instalado un ascensor y una pasarela.
En la planta baja, se confrontan estilos y ambiciones estéticas opuestas, con la presencia de los cuadros monumentales de Courbet y la escultura. En los otros pisos, se ha elegido una organización por «corrientes»: en los siguientes pisos, el Art Nouveau de Europa Central, del norte y de Escandinavia; muchas de esas obras han podido salir de las reservas para ver la luz.
Y, en el quinto piso, detrás de los imponentes relojes de la antigua estación, los impresionistas. La galería de Manet, Monet, Renoir, Caillebotte… y sus obras maestras ganas con la renovación de las salas, gracias a los colores de las paredes más oscuros y a la iluminación, mejor pensada. Eso sí, se propone pues otro recorrido distinto al que existía antes (como decíamos, por «corrientes») y se echa de menos un poco el placer de las confrontaciones de la planta baja. Sería interesantes saber qué se pintaba en la Academia, mientras que Manet pintaba sus Catedrales de Rouen. Aunque alguna escultura de Rodin consigue, por momentos, un contrapunto provocador. Por otra parte, se pueden admirar la calidad de las vitrinas (ahora más ligeras, más aéreas) donde se exponen las esculturas de las bailarinas de Degas.
Una luz y un color revolucionarios
Por otra parte, se han abierto nuevas fuentes de luz natural, se ha filtrado la luz que caía sobra los cuadros desde las vidrieras, y se ha instalado una iluminación artificial muy sofisticada desde el punto de vista tecnológico, más fiel a la luz natural.
En realidad, como afirma el presidente del Museo de Orsay, Guy Cogeval: «Esta nueva iluminación está más cerca de la luz del día. Al contrario de la luz más amarilla que proponen la mayoría de los museos, nosotros tenemos una luz más real iluminando los cuadros de Gaugin y Van Gogh». Gracias a esta luz, los cuadros monumentales de Courbet, antes mal iluminados en las salas con cúpula del museo, tienen ahora una iluminación perfecta.
En cuanto al color de las paredes y de los suelos, se ha elegido en función del conjunto, sin pensar en un cuadro en particular. Han pensado que el color blanco es el enemigo de la pintura, ya que atrae la luz y el ojo se satura; un cuadro sobre fondo blanco impide que se aprecien los contrastes de color de la propia pintura. Por tanto, la piedra blanca que recubría antes el suelo y las paredes, ha sido reemplazada por colores como el gris oscuro, el azul o el violeta, que realzan las pinturas.
Diseño contemporáneo en el Museo de Orsay: el Café campana, los Water Blocks y el Aster papposus
El diseño contemporáneo irrumpe también en el Museo de Orsay, consagrado al arte del siglo XIX, gracias a los hermanos Campana, célebres diseñadores brasileños, que han modernizado el espacio y revolucionado los códigos tradicionales que antes se imponían en el Museo de Orsay.
Han transformado totalmente la cafetería del último piso, que tiene por ventana el bello y monumental reloj de la antigua estación de Orsay. La han concebido como un universo «onírico-marino»: formas orgánicas y juegos de luz en movimiento. Lámparas doradas que se asemejan a conchas, filamentos anaranjados que recuerdan a las algas y sillas azul turquesa, que recuerdan vagamente los nenúfares de Monet. Los muros azules son un homenaje al artista Emile Gallé, cuyas obras pueden verse en el nivel 2.
Además, un espacio para hacer una pausa ha sido acondicionado en el último piso, donde se encuentra el otro reloj monumental de la estación de Orsay. Los visitantes pueden disfrutar de las vistas que hay del Museo del Louvre y de las Tullerías, mientras descansan un el originalísimo sofá de diseño Aster papposus, un puf tentacular diseñado también por los hermanos Campana. Inspirado en la canopea de la selva amazónica, este imponente objeto de transición, ofrece al visitante un respiro antes de entrar en la impresionante Galería de los impresionistas.
Por otra parte, los sublimes bancos del diseñador japonés Tokujin Yoshioka han contribuido también a la entrada del Museo de Orsay en una nueva era. Se han instalado en el centro de las salas impresionistas. Y, más que bancos para sentarse y contemplar los cuadros, son auténticas obras de arte que se pueden admirar, pero no utilizar, ya que están rodeados por un cordón de seguridad. Además es un préstamos al museo durante 5 años y han costado más de 200 mil € cada uno.
Se trata de estructuras tubulares de vidrio realizadas a partir de un molde de platino. Y el resultado imita perfectamente al agua; de ahí su nombre: Water Block. Los bancos reproducen perfectamente sus ondas, como si hubieran sido fijadas en el hielo por el frío.
Y es esa la impresión que quería dar Tokujin Yoshioka, la fugacidad. Además, se pueden ver los colores en el banco, ya que con los materiales elegidos se consigue un juego de luces a imagen de aquel que los propios impresionistas buscaban en sus cuadros.
En el Nuevo Museo de Orsay se puede hablar de renacimiento, así como de diálogo perpetuo entre el pasado y el presente, entre el arte y el diseño. Desde blog-francia.com les animamos a visitar uno de los museos más importantes de París, una oportunidad para conocer las obras de los impresionistas y de los demás artistas del siglo XIX y disfrutar con su contemplación .
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