Gilles Jacob, presidente del festival de Cannes, presenta sus memorias

Habla el vigilante de las estrellas

El presidente del Festival de cine de Cannes, Gilles Jacob publica sus recuerdos de 30 años.

Publicado en www.elpais.com, por Borja Hermoso

Gilles Jacob, presidente del Festival Internacional de Cine de Cannes

Cada mayo, cada tarde, en Cannes, un tipo espigado, calvo, elegante y pálido embutido en un esmoquin impecable irrumpe con lujo de discreción y aire de figurante en lo alto de las escaleras rojas que, cada mayo, cada tarde, en Cannes, alojan la almibarada explosión de la gran feria de las vanidades. Se llama Gilles Jacob y sus galones, si parafraseamos a su amado Hitchcock, bien podrían llamarse «el hombre que sabía demasiado». El hombre que sabía demasiado… de las estrellas.

Ahora, 32 años después de aterrizar en los despachos donde se deciden los porqués de la mayor cita cinematográfica del planeta, Gilles Jacob aparca su eterna condición de vigilante en la sombra y reclama un papel protagonista: porque La vida pasará como un sueño, subtitulado Citizen Cannes parafraseando a Welles, otra de sus amadas bestias, es simplemente el mayor y más jugoso anecdotario jamás publicado sobre el Festival de Cannes -la edición de 2009 arranca el miércoles- y sus inquilinos, las estrellas.

A sus 78 años, el Rey Midas de Cannes, francés de origen judío, reconoce sin pudor desde el otro lado del teléfono, sentado en su despacho de La Croisette, «el tremendo ego que salpica la personalidad de las estrellas del cine, siempre caprichosas, siempre dispuestas a pedir más, siempre necesitadas de confirmar su estatus». No le han faltado motivos a Jacob -presidente del festival desde el año 2000; antes, desde 1978, su delegado general- amigo personal de un buen puñado de ídolos del cine y conocedor de cientos de ellos, para establecer este sabroso catálogo de filias y fobias.

– Gérard Depardieu.

«Aprecio mucho a Gérard y siento cierta ternura por el personaje, pero es una pena que, más que un actor, se haya convertido ya en un poderoso empresario, alguien con demasiada prisa para el cine: viticultor, negocios petrolíferos, propietario de restaurantes, negocios en Cuba, en Rumania, en Rusia…». Se pregunta Jacob: «¿Por qué este hombre maltrata de esa forma a quienes le llevan la contraria?». Se refiere, entre otras cosas, a aquel desagradable incidente de 1996, cuando el protagonista de Cyrano de Bergerac le echó una monumental bronca telefónica por no haber incluido en la sección oficial el filme de su amigo Nick Cassavetes Volver a vivir. O a aquella tarde de 1997, el año del cincuentenario, cuando Depardieu fue la única estrella que llegó tarde a la foto oficial con el presidente de la República, Jacques Chirac, y luego irrumpió en la cena de gala como elefante en cacharrería…

– Clint Eastwood. Jacob está de acuerdo con la definición de Eastwood como «el último de los clásicos»: «En él admiro la sencillez. Cuanto más avanza en la vida, mejor conoce su arte. Clint apenas rueda dos o tres veces sus planos y, como le ocurría a John Huston, logra que todo parezca fácil… y eso es algo dificilísimo», explica Jacob, que en su libro evoca una vivencia dramática pero desternillante junto al viejo Harry el Sucio. 1994. Hotel Four Seasons de Los Ángeles. Gilles Jacob tiene reservada una mesa para almorzar con Clint Eastwood. Su intención: convencer al actor-director-guionista-compositor para que presida el jurado. Eastwood, «que había entrado en el comedor con el paso lento y suave de una gran fiera en movimiento», dijo en seguida que estaba de acuerdo. Luego pidió una hamburguesa y una copa de vino tinto. Luego la tierra se puso a temblar. 5,9 en la escala de Richter. Relativamente normal tratándose de Los Ángeles. «Mientras el terror se apoderaba de todo el comedor, Clint ni se inmutó», rememora Jacob, que, obligado a hacer como que estaba tranquilo pese a sentir el aliento del pánico en su nuca, pensó: «Bueno, por lo menos morir con Eastwood me llevará a la posteridad». Cuando el terremoto acabó, 37 segundos después, Eastwood chasqueó los dedos. Dijo: «¡Camarero, la cuenta!».

– Pedro Almodóvar. Gilles Jacob admira al personaje, pero hace poco se pilló un pequeño rebote con él. «El cine español ha tenido un problema histórico: primero, Buñuel ensombreció a todos los demás, luego pasó lo mismo con Saura, y luego lo mismo con Almodóvar». Jacob seleccionó en su día Todo sobre mi madre (premio al mejor director en Cannes) y Volver (premio al mejor guión y a la mejor interpretación femenina para todas las actrices), y ahora, Los abrazos rotos. El día en que se supo que Isabel Coixet, Alejandro Amenábar y Pedro Almodóvar estarían en la sección oficial de Cannes, Almodóvar dijo que el festival no había tratado históricamente con cariño al cine español. «No entendí aquellas palabras», dice un airado Jacob. «Ha habido 82 películas españolas en la historia del festival. La verdad es que me enfadé

y, en un primer momento, pensé en escribir esa lista y entregársela a Pedro justo cuando subiera las escaleras del Palacio de Festivales. Luego me eché para atrás. Pero le mandé un mensaje».

– Sharon Stone. La diosa pagana de Instinto básico es una de las madrinas del Festival de Cannes. Suele presidir, rutilante, la gala benéfica contra el sida; en 2002, siendo miembro del jurado, se puso a bailar con un periodista escocés en medio de una multitudinaria rueda de prensa; y un día se las hizo pasar canutas a un tal Gilles Jacob. El boss del festival tenía que condecorarla con la insignia de Comendadora de las Artes y las Letras de la República. «Pero la tela del vestido era dura, y yo sentí pánico de traspasarla y pinchar aquel pecho tan célebre. Las cámaras nos enfocaban, la gente murmuraba, Sharon sonreía, yo me quería ir… Fue horrible pero al final le coloqué la insignia».

– El día del palmarés. Preguntado sobre si el día del anuncio del palmarés equivale al infierno… Gilles Jacob contesta que no: «Pero sí al purgatorio, porque desde luego no se parece en nada al paraíso». En uno de los capítulos del libro, Jacob evoca el rifirrafe de 1997, en Villa Domergue (mansión situada en las colinas de Cannes donde suele reunirse el jurado), se libró entre Isabelle Adjani -la presidenta-. Nanni Moretti y Mike Leigh. Adjani quería que la Palma de Oro fuera para Atom Egoyan. Moretti prefería a Abbas Kiarostami. Convenció a Mike Leigh para que le apoyara. Ganaron Kiarostami y Shohei Imamura ex aequo. Adjani llamó «enano de jardín» a Leigh y «Maquiavelo insoportable» a Moretti…

– Un cuarteto intocable. Orson Welles («Se pasó años humillado por los grandes estudios a pesar de dedicarse a hacer obras maestras»), François Truffaut, Charles Chaplin, Woody Allen («Nos vimos, nos dimos la mano, nos sonreímos, nos quedamos callados los dos… Entre tímidos no hay término medio: o la sintonía o la catástrofe. Y fue la sintonía»). Los intocables de Gilles Jacob.