Érase una vez Playmobil, el increíble mundo de los clicks. Una exposición para adultos.

Un click tampaño natural en la puerta del Museo de Artes Decorativos de París
Un click tampaño natural en la puerta del Museo de Artes Decorativos de París

El Museo de Artes Decorativas de París acaba de inaugurar un peculiar exposición. La muestra, de lo más original que se puede visitar en la capital francesa, está totalmente consagrada a los clicks de Playmobil. Antiguamente llamados clicks de Famobil, estos pequeños personajes de 7,5 centímetros de alto y con esa sonrisa entre seria y divertida serán los protagonistas hasta el 9 de mayo de 2010.

Policías, vikingos, egipcios de la época de los faraones, enfermeras, miles de pequeños personajes y sus universos se extienden por los suelos de este Museo que forma parte del gran edificio del Louvre, ocupando el ala norte, junto a la Rue de Rívoli.

La historia de Playmobil comienza en los años 50 en Alemania. Una empresa familiar, Horst Brandstatter, se dedicaba a fabricar juguetes de plástico, concretamente el hula-hoop, que fue un gran éxito hasta finales de la década. Con primera crisis del petróleo en 1973 y el consiguiente aumento del precio del plástico, el dueño de la empresa le encarga una misión muy especial al diseñador y ebanista, Hans Beck: concebir una pequeña figura, que supiese resistir a los embates de la moda y, al mismo tiempo, supusiese un importante ahorro de plástico.
Este será el nacimiento de los muñecos más queridos por los actuales treinta y cuarentañeros. En 1974 salen en Alemania los primeros personajes y su peculiar personalidad y sonrisa. Los tres primeros fueron un caballero medieval, un obrero y un indio. Un año más tarde, llegarían a Francia, que se convierte en el segundo mercado. Actualmente, hay unos 3000 personajes y se estima que desde 1974 se han vendido más de 2.200 millones de clicks.

El primer personaje femenino aparecería en 1976 y los primeros infantes en 1981. La gran innovación de Hans Beck, dueño de Geobra, fue la concepción de una manera de jugar diferente. Hasta ese momento las figuras, los juguetes, de madera, metal o plástico eran estáticas con los pies fijos en un elemento que les permitía estar de pie. Los juguetes podían representar estampas, como los soldaditos de plomo, pero su “jugabilidad” era muy reducida, limitándose a elementos decorativos la mayoría de las veces. Las temáticas eran , también, muy reducidas, restringidas al deporte o la guerra.

Los nuevos clicks se adaptaban perfectamente a las manos de los niños. Además de la articulación de brazos y piernas, la posibilidad de utilizar utensilios, de vestir ropas, corazas y cascos y de pilotar aviones, barcos y coches abría de par en par las puertas de la imaginación a millones de niños. Para muchos europeos, los primeros indios americanos, los primeros negros, astronautas, embarazadas y pilotas fueron personajes de ensueño hechos de plástico combustible. Así los niños inventaban los bonzos que protestaban por cualquier motivo sin importancia y así, en muchas casas el primer rey negro de las Repúblicas nacientes de Clicks fue el grumete del Galeón Pirata, todo un clásico para Playmobil.

El caribe de la época de la piratería versión Playmobil
El caribe de la época de la piratería versión Playmobil

El éxito residía en esa perturbación que los niños efectuaban al universo predispuesto por Playmobil. El Séptimo de caballería se unía las hordas piratas para combatir a una legión de cromos que se habían hecho fuertes en una ciudadela de TENTE, el otro gran referente de los juegos infantiles de la infancia de los años 70. Estos juegos promovían el mestizaje intelectual, la invención, la creación de artilugios e historias que enriquecieron, o al menos, alegraron nuestros años más tiernos.

Todo eso celebra la exposición de París y, por ello, contará con el apoyo incondicional de muchos jefes de empresa, diputadas, conductores de autobús, abogados o profesores universitarios. Todos llevarán a sus hijos a la exposición con la excusa infantil, ocultando en su interior los deseos de volver a esos años. Obreros y burgueses se sentarán pegarán sus narices a los vidrios que les separan de su infancia, y que impiden el latrocinio, mientras sus hijos se aburrirán por detrás, sentados, escuchando los reproductores de mp3 o jugando con el teléfono móvil.

Por lo tanto, una exposición que hay que ver, que dice mucho de nosotros, o más bien que nos dice mucho a nosotros. Una exposición, sin duda, para adultos.

Hasta el 29 de mayo en el Museo de artes de decorativas de París

Por María Calvo Santos e Iñigo Pedrueza.

Cartel de la exposición
Cartel de la exposición

Musée des Arts décoratifs – galerie des jouets
107 rue de Rivoli
75001 Paris
Tél. : 01 44 55 57 50