Las Ferias de Nimes unen las dos tradiciones más importantes de la ciudad, los toros y la fiesta. Ambas con gran sustrato español, gracias a la emigración política y económica ocurrida después de la guerra, Nimes suena a famaenco, a toros y a fiesta vasca, una mezcla pasada por el crisól francés.
La música de las bandas, los pasodobles, el ambiente festivo, el calor, fuerte calor siempre en el junio de Nimes, recuerdan a España, más aún con los souvenirs del toro, los platos de toro en los restaurantes, los bailes flamencos por doquier y las bodegas siempre abiertas y repletas de mozos.
Las ferias movilizan la ciudad, y al tiempo la paralizan, ya que los tradicionales problemas de tráfico se convierten en paralisis total. Por suerte la ciudad es pequeña. Todas las grandes avenidas del centro, las que rodean el casco histórico y, todas las callejuelas de éste, son ocupadas por puestos y chiringuitos, donde comer, beber y bailar es casi obligatorio.
Hay dos Ferias: una en mayo o junio, coincidiendo con la fiesta católica de Pentecostés. La segunda, la de la vendimía, en septiembre, menos concurrida. Y para muestra un botón, vean:
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