Patrimonio cultural de Metz

Una muestra del magnífico patrimonio artístico de Metz: la catedral.

La Catedral Saint-Etienne

Construida entre 1220 y 1522, la inmensa y sorprendente catedral Saint-Etienne es una verdadera enciclopedia del arte gótico. Formada a partir de la unión de dos iglesias, constituye un testimonio de la historia de Metz.

Su nave, de 42 metros de altura, es una de las más altas de todo el medievo. Bajo sus bóvedas alberga la colección más importante de vidrieras de Europa (de 6500 m²). El renano Rhénan Hermann de Münster (siglo XIV), el loreno Lorrain Théobald de Lixheim y el alsaciano Valentin Bousch (siglo XVI), así como los maestros del arte moderno europeo como Bissière, Villon y Marc Chagall testimonian el encuentro apasionante de artistas de todo tipo dentro de este santuario de luz.

La finura de sus puertas, la belleza de las plazas que la rodean o el esplendor de su iluminación nocturna, constituyen una invitación al paseo y el descubrimiento.

Metz medieval

Una buena parte del centro de la ciudad ha conservado la atmósfera de la época medieval. La ascensión de la colina Sainte-Croix, que rodea a los museos, transporta al visitante al corazón de viejas callejuelas típicas de la antigua República patricia de Metz: fachadas almenadas del Grenier de Chèvremont; el Hotel Saint-Livier (que alberga actualmente el Fondo Regional de Arte Contemporáneo; la Iglesia Sainte-Ségolène y su encantadora placita; el Cloître des Récollets (actual Instituto Europeo de Ecología); la antigua casa de Rabelais…

La enorme plaza Saint-Louis, con los edificios con soportales, es el punto de partida ideal para visiar el barrio Outre-Seille. Con la iglesia Saint-Maximin con las vidrieras azuladas de Jean Cocteau, la tranquila iglesia Saint-Eucaire o la impresionante Porte des Allemands que inicia el paseo amurallado, Outre-Seille llenará a aquellos visitantes en busca de autenticidad.

Paseo de historia y agua

En la ciudad de Metz, el agua es un elemento central. El río Moselle la atraviesa, y en sus aguas se reflejan siglos de historia. La place de la Comédie, construida en una pequeña isla en el corazón del río, acoge la ópera-teatro más antiguo de Francia, y que lleva en activo desde 1752 hasta nuestros días. Así como la fachada del Templo Nuevo (Temple Neuf) (1904), cuyo reflejo en el río Moselle, desde el Puente Moyen (Moyen-Pont), constituye una de las vistas más hermosas de Metz.

El paseo puede continuar hasta el estanque y su pequeño puerto, en pleno centro de la ciudad, punto de partida de numerosos paseos a pie o en barco. A unos pasos descubrimos los jardines de la Explanada, dominados por el complejo de la antigua ciudadela donde se encuentran la antigua abadía de Saint-Pierre-aux-Nonnains (una de las más antiguas de Francia, año 400), la pequeña capilla de los Templarios o el prestigioso conjunto del Arsenal.

El Barrio Imperial

Candidato a entrar a la lista del patrimonio mundial de la UNESCO, el barrio imperial es un modelo de urbanismo nacido de la voluntad del emperador Guillermo II.

Se despliega en torno a la inmensa estación de tren, construida de 1905 a 1908 sobre más de 3000 pilotes. Hecha con arenisca gris, recuerda a los robustos castillos del valle del Rhin.

A ambos lados de las espaciosas arterias del barrio, se elevan las fachadas multicolores de los edificios y casas particulares, construidas por arquitectos venidos de toda Europa. Del arte neorrománico al art déco o al Jugendstil, todas las tendencias arquitectónicas de la Belle Epoque conjugan armoniosamente.

Como un guiño a la modernidad, el barrio imperial se prolonga en el futuro barrio del Anfiteatro. Allí se encuentra el Centro Pompidou, sorprendente y audaz construcción franco-japonesa de Jean de Gastines y Shigeru Ban.

Fuerte de Metz-Queuleu

El Fuerte de Metz-Queuleu es un testimonio excepcional del arte militar del siglo XIX, y uno de los eslabones del cinturón fortificado que rodeaba a la que fue la ciudad fortificada más importante del mundo.

Construida de 1868 a 1872, constituye un impresionante memorial dedicado a los habitantes de la Moselle que fueron arrestados o deportados durante la Segunda Guerra Mundial. La tristemente célebre Casamata A del fuerte de Queuleu, donde 15000 patriotas sufrieron los tormentos de la detención, perpetúa este recuerdo.

Por razones de seguridad, no se puede visitar el Fuerte de Queuleu.