“La tenacidad de George Mitchell (primer industrial que explotó el gas de pizarra) convirtió el gas de pizarra en un enorme regalo geológico. Sólo un loco lo rechazaría.” Robert J. Samuelson, The Washington Post, 4 agosto 2010
Ciudad. Ciudades. La calma domina fuera de las ciudades, lejos del asfalto recalentado, que viven de la energía y de los alimentos del campo, de los mares, del sol y el subsuelo. En los océanos hay lugares donde las corrientes encierran millones de kilómetros de azul tranquilo. Mares de calma chicha en mitad de los océanos. El mar de los Sargazos y sus islas de algas, tupidas como redes llenas de vida cerca de las islas Bermudas. En los mares de tierra, olas de trigo y rumores de espuma de cebada, rompen contra caminos de tierra y los cerezos repletos. Jardines de Hespérides que brillan refulgentes con sus frutos dionisiacos, dorados como los pómulos de las gentes que tienen vida. Y todo en atardeceres sesgados por tormentas a lo lejos, cuando los últimos rayos del sol se arrastran bajo la luna que ya renace y la tormenta que no se sabe acercar. Gotas de lluvia que se secan con el aroma a tierra eléctrica y mojada. Fuera de la ciudad. Lejos de las ciudades. El rayo verde se ve entre los riscos calizos, mirando al último promontorio sobre el mar bravío, una silueta sentada, solitaria. Tranquilamente una mano acaricia a un amigo que no está.
¿Qué puede haber más bucólico y más sincero que ese cúmulo de retazos? Lejos de la ciudad hasta los citadinos sueñan libres del ruido y se reconocen por una vez entre las hierbas que les nutren y la energía que les pone en movimiento. En todos los países, reconocemos lugares como el relatado, caminos entre bosques, cultivos donde un tractor remueve la tierra y nos saluda, efusivamente, con el gran guante de su mano. A veces, son los lugares de la infancia pérdida, de la infancia idealizada. A veces son los sueños del futuro. Por el momento, pueden hacerse realidad.
En Estados Unidos, en Francia, en Canadá, en Polonia, en Argentina, muchos de estos sueños pueden convertirse en relatos de ciencia ficción que, tal vez un día sean escritos por quienes sobrevivan a los desastres, por quienes encuentren en un planeta polvoriento, en la roca fría y seca que un día fue Tierra, los vestigios de nuestra locura. La última amenaza es la extracción de gas de esquisto del subsuelo y la contaminación que provoca.
Podría decirse que las causas son racionales, la falta de energía para calentar nuestros hogares, mover nuestras maquinas y desarrollar nuestra sociedad. Es falso. Son otros los motivos verdaderos de los atentados contra el medio ambiente y los animales, contra el género humano y su propia supervivencia. Entre ellos, la avaricia, la codicia, la sed de poder absurdo, el odio irracional que nos profesamos. Junto al servilismo de la religión, encontramos el servilismo del crecimiento económico, desperdicio desmesurado y el consumo absurdo de recursos y personas.
Una de esas locuras producida por los humanos son las islas de plástico que se crean a pocos metros de profundidad en las zonas de acalmada continua del interior de los océanos. Allí flotando entre aguas millones de toneladas de desperdicios se acumulan irremisiblemente. Nuevos mares de Sargazos donde no hay vida ni islas paradisíacas. Sin embargo, no hace falta irse tan lejos. Próximamente, la última locura irracional, la extracción del gas natural de las rocas se hará bajo nuestros pies, los desechos contaminarán los acuíferos y provocarán enfermedades de efectos inimaginables.
Otra locura es la explotación de las arenas bituminosas, tierras llenas de hidrocarburos pesados de las que se puede extraer petróleo a costa de una gran contaminación. Abundantes en Venezuela y Trinidad y Tobago, pero sobre todo, en la provincia canadiense de Alberta, su extracción incentivada por el aumento del precio del petróleo causa grandes desastres medioambientales. Inmensas cantidades de agua son necesarias para que estas grandes minas a cielo abierto funcionen. Además del agotamiento de los acuíferos, la contaminación es generalizada en centenas de kilómetros cuadrados, sólo la zona de Athabasca en Alberta ocupa 141.000 km2. Los efectos son devastadores, la naturaleza desaparece, cientos de kilómetros cuadrados de bosque son destruidos, la tierra removida, los desechos de la extracción se acumulan en depósitos de asfalto altamente tóxico, las niveles freáticos descienden y son contaminados severa y durablemente, la atmosfera recibe toneladas de ácido sulfhídrico, dióxido de carbono y otros compuestos de azufre. Los efectos para las personas, la agricultura y la ganadería son también nefastos y sólo el hecho de que se trate de una zona muy despoblada, ha evitado que el aumento de las enfermedades sea constatado con mayor precisión.
La explotación del gas de pizarra o esquisto continua la senda de las arenas bituminosas. Esta nueva insensatez llega acompañada del aumento del precio de los hidrocarburos: por su escasez creciente y los problemas políticos de muchos de los países productores de petróleo, gas y uranio; por el crecimiento de la demanda de energía derivado del desarrollo de los países emergentes; por el eterno afán por la acumulación de numerario y poder. En esa coyuntura, tanto en los países desarrollados como en aquellos que, de emergentes quieren convertirse en emergidos, los dirigentes y los inversores se obcecan en conseguir la cuadratura del círculo mediante insensatos planes. Producir cada vez más, vender cada vez más y, si es posible, reducir salarios y servicios sociales. Repartir billones entre la peor de las élites y seguir ganando elecciones o impidiendo reformas, o moderando revoluciones o, simplemente, anulando cualquier cambio que amenace su hegemonía.
Desgraciadamente, los círculos solo se convierten en cuadrados a martillazos. Desgraciadamente para los círculos. Uno de esos martillos taladradores es esta nueva panacea energética, el gas de esquisto o pizarra. El gas natural, producto secundario de la extracción del petróleo, se ha convertido en los últimos años en un pilar esencial del mercado de los combustibles fósiles. Tanto que ya comienza a agotarse. Ante el alza de los precios, muchos pozos cuya extracción no era rentable, se transforman de la noche a la mañana en apetecibles objetivos para las empresas y gobiernos. No sólo eso, el gas natural contenido en estratos de pizarra y esquisto, situados a más de un kilómetro de profundidad, se convierte en un recurso de la mayor importancia.
Geopolíticas absurdas
La geopolítica, los equilibrios de poder se modifican, como podría ser el caso de Polonia, atenazada por la dependencia del gas ruso y la imposibilidad de construir más centrales nucleares, de alto costo y mala prensa tras Fukushima. O Francia, donde la hegemonía del sector nuclear, tal vez, sea puesta en entredicho en un futuro próximo. Y qué decir de EE.UU. cuya demanda de energía y la dependencia que ésta produce son una cuestión de Estado, cuando ya el peligro chino es ya una pesadilla en la cabeza de muchos norteamericanos. Y también en la misma China donde la supervivencia del sistema depende de un crecimiento constante y cada vez más rápido que inhiba los deseos de libertad en un magma de consumo. China está sedienta de energía para sostener su desarrollo: en un año 200 centrales térmicas convencionales se construirán, tiñendo la larguísima muralla de cenizas negras vomitadas a cielos pardos para que los sueños sigan pareciendo realidad.
Cómo no creerse las previsiones de los gráficos coloridos (las supuestas reservas de gas de esquisto suponen 150 veces el consumo mundial de gas natural actual), cómo no imaginar un poderío mayor, una independencia total, una aplastante victoria electoral o las pesadas y relumbrantes medallas del partido en nuestra flamante casaca. Cómo no soñar con crecimientos que tripliquen cada año los anteriores, con oleadas de beneficios, cómo no sumergirse cual Tío Gilito en depósitos de hormigón repletos de doblones de oro.
Aparentemente, todo es positivo, las mayores concentraciones de gas se encuentran en zonas rurales, lejos de las ciudades, bajo kilómetros de rocas inservibles. Unas pequeñas perforaciones en tierra firme y tendremos gas para decenas de años. Las previsiones son siempre muy optimistas y los costos reducidos, nada de las exageraciones de la extracción de petróleo y gas offshore, en pleno océano. Ni tampoco los horribles lagos de asfalto y las fumarolas de ácido sulfhídrico, ni el paisaje devastado por las dentadas bocas de las palas excavadoras de Athabasca en Canadá.
La realidad es mucho más cruel, y real, si se me permite la reiteración. El documental de Josh Fox, Gasland, candidato al Oscar 2011, aporta a la discusión pruebas de los inconvenientes. Los resultados de la extracción de gas de esquisto en Estados Unidos muestran los efectos nefastos para las personas, la agricultura y la naturaleza. La extracción del gas contenido en las rocas se consigue por la fracturación de dichas rocas. Para hacerlo es necesario la inyección de toneladas de agua a alta presión que desintegran la roca. Junto al agua, recurso cada vez más escaso, necesario para la agricultura, la industria y, por si a alguien se le había olvidado, indispensable para la vida, se inyectan cócteles de productos químicos altamente nocivos para favorecer la descomposición y la extracción del gas. Los aditivos químicos, – y el bario, estroncio y otros elementos radiactivos derivados de la fragmentación de las rocas -, deben ser reciclados totalmente para evitar la contaminación de la zona, cosa que no se hace. A ello se añade la emisión de metano, gas con poderoso efecto invernadero. Y como colofón, el uso de sal durante el invierno para evitar la congelación del agua. Los resultados, la contaminación de los acuíferos (aditivos, elemento radiactivos y sal), aumento de la salinidad y destrucción de la fertilidad de la tierra, enfermedades en el ganado y los seres humanos. Las enfermedades raras y el cáncer presentan tasas anormalmente raras en las zonas de extracción. Junto a esto, la dificultades de la agricultura provocan la desintegración de la economía local y la destrucción del medio ambiente.
Piensen ahora en el bucólico paisaje de su infancia, piensen en sus vacaciones en el pueblo, – reposo del guerrero duramente conquistado -, piensen en sus sueños de un futuro campestre, piensen en su frigorífico lleno hasta los topes de hortalizas y viandas, piensen en sus hijos, sanos y vigorosos, mentalmente activos. Estados Unidos y Canadá ya sufren las consecuencias de esta nueva salvación energética. Francia, Polonia, los países bálticos y Argentina pueden ser los siguientes. Josh Fox ha conseguido, gracias a su documental, ser equiparado en EE.UU a malhechores y terroristas.
El Midi francés amenazado.
En Francia, una inmensa zona que va desde el Ródano hasta las playas de Languedoc Rosellon podría ser horadada y su fondo pizarroso revuelto y desintegrado. Desde Montelimar, conocida por su nougat, hasta Montpellier la bella, pasando por el departamento del Ardeche, – verde como sólo puede ser la naturaleza bien regada -, por Nimes la romana, por el Parque Nacional de Cevennes y sus colinas pardas, estribaciones del Macizo Central donde campan las cabras que dan luz a quesos sublimes. Sólo en esta región del Midi, entre Rhone-Alpes y Languedoc Rosellón, 10.000 km2 entran dentro de las concesiones del gobierno. Otros permisos de exploración y sondeo han sido otorgados en la meseta de Larzac donde comenzó el movimiento contestatario del campo francés (la Condeferation Paysanne de Jose Bové), y también en Lorena en los alrededores de Metz, o en las Ardenas y el Norte, junto a Valenciennes y Lille.
Ante la presión social, la oposición de parte de la mayoría gubernamental y de los partidos de izquierda, el gobierno francés de François Fillon ha paralizado las prospecciones. Una nueva ley prohíbe la utilización del método de fragmentación. El temor de los expertos es que haya una reformulación del método de extracción para continuar con la explotación, sin modificarlo realmente. Un “nuevo” sistema de fragmentación, esencialmente similar, podría evitar la legislación actual.
A continuación les mostramos un video sobre la movilización en los departamentos del sur (Gard, Lozere, Ardeche) contra las primeras prospecciones en busca de gas de esquisto. Las presiones económicas son grandes, los riesgos también. Tenemos que destacar la dificultad para encontrar informaciones y videos en español sobre la temática. Lamentablemente ello nos muestra las prioridades en la información y las demandas de los ciudadanos es España y América Latina.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=xg2Dk7xLQNU[/youtube]
¿Qué se puede esperar en España y América Latina, si en Estados Unidos o Francia llegan a cometerse tropelías tamañas? La pobre Polonia, ejemplo de la desfachatez europea, abandera el proceso al firmar una alianza estratégica en el sector con EE.UU. y sus multinacionales. La cabeza de puente de liberalismo más absurdo y del conservadurismo religioso se apunta a la locura energética.
Al parecer en España no existen vetas bituminosas que contengan el gas esquisto si exceptuamos ciertas zonas del País Vasco o Castilla la Mancha. Estos yacimientos son conocidos, ya que fueron explotados tras la Guerra Civil para obtener un aceite con el que funcionaban motores de gasógeno de los vehículos de la postguerra. La escasa rentabilidad puede salvar, por una vez, a la maltrecha España de éxitos fútiles y modelos desastrosos como el de la burbuja inmobiliaria que ahora se sufre.
Sin embargo, en la inmensa América Latina, en Argentina, Bolivia y otros países, muchos comienzan ya a añadir ceros a proyectos nacientes. Venezuela ya tritura su subsuelo, exprimiendo hasta la última gota de petróleo, y esto sea quien sea el mandatario que ocupe la poltrona del palacio de Miraflores en Caracas. A la contaminación por pesticidas, abonos químicos, a las ignorancias cómodas de los transgénicos y a la escasez creciente de agua para el consumo humano y la agricultura, tal vez pronto, haya que unir la contaminación química y la ausencia de agua para el consumo humano y la agricultura exportadora que ha evitado la crisis en America Latina. América Latina se desarrolla.
No son sólo los paisajes sublimes los amenazados, lo son también los cultivos y el agua que nutre a las gentes de América, de Francia, de todo el mundo. Quemar el subsuelo puede suponer quemar nuestra propia existencia.
Quizás hayan olvidado la última imagen del bucólico paisaje del comienzo. Una silueta que se vislumbra al caer sol. La figura puede aparecer en la preciosa playa de l’Espiguette, con el delta del Ródano y las inmensas playas e Languedoc al frente. Otra silueta en la punta de Francia en el Finisterre de Bretaña, cerca de Brest mira hacia la isla de Ouessant. En Biarritz, más figuras difuminadas por el sol que se hunde en el Atlántico, dejan el gran Casino atrás y miran ese atardecer que puede ser de los últimos. De la desmesura humana a las figuras que contemplan y piensan. A esta hora, los atascos bloquean las arterías que alimentan las ciudades.
Por Vastar Yoles.
A continuación un video con extractos del documental de Josh Fox, Gasland. Uno de esos documentales que deberían ser emitidos, comentados y debatidos en escuelas, bibliotecas, universidades y parlamentos.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=gmTA26lb9xA[/youtube]
Antonio
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En España sí harán prospecciones. En Abril se concedió a Tofagas (filial de BNK Petr.) permiso para buscar en aprox. 25.000 hectáreas en Cantabria (14,5 Km.X 18,5 Km.). Afectaría a municipios como S.Vicente Barquera,Cabezon,Udias,Rionansa etc.
Mouriesse
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C’est un commentaire trés pertinent qui me fait prendre conscience de la réalité
des risques,d’autant plus que le sous-sol français semble renfermer des réserves importantes,en plus dans les régions les plus touristiques.
Par ailleurs, 100 ans d’indépendance énergétique n’est pas négligeable?