Se acercan las fechas en las que se conmemora el desembarco de Normandía y la llamada a la Resistencia del General De Gaulle desde Londres y, como todos los años, se rememora y el principio del fin de la dictadura hitleriana. Los grandes hechos, conocidos hasta por los que lo ignoran casi todo, tienden a ocupar todo el espacio. Ocurre lo mismo con los grandes personajes, sean grandes por valía, por la suerte, la casualidad o la propaganda. Quizá por eso, para equilibrar y hacer justicia, o para calibrar el respeto que se le da a algunos y se niega a otros, no está de más sacar a la luz pequeñas historias, anécdotas, hechos capitales a veces, ocultos entre el polvo de los años y la iniquidad de los humanos.
En junio de 1940 se escribía un capítulo bastante desconocido, – y aparentemente sin importancia-, de la II Guerra Mundial, en esa vieja tabla raída y desvencijada que es la Historia. Años antes de la victoria y los desfiles jubilosos por los Campos Elíseos, unos años antes, partía de la desembocadura del Garona, de cerca de Burdeos, el paquebote Massilia, un buque sin importancia que, sin embargo, hubiera debido tenerla. En él debían escapar de la Francia continental los diputados y senadores de la III República para organizar la resistencia y la lucha de Francia, desde las colonias y departamentos del norte de África, desde Marruecos y Argelia.
La debacle de junio del 40 dejaba a Gran Bretaña como único país aliado frente a los ejércitos del eje, por lo que la continuación del esfuerzo de guerra francés era muy importante. De Gaulle y su llamada a la resistencia del 18 de junio no constituían, en opinión de Churchill, una alternativa viable. El Premier británico confiaba más en Georges Mandel, político de carrera de la derecha democrática y moderada, para que asumiera las riendas de la legitimidad francesa. El gobierno en Burdeos decide que los parlamentarios y senadores se embarcarán en el trasatlántico Massilia para organizar en Casablanca el nuevo gobierno.
Finalmente, el 20 de junio sólo 26 diputados y un senador saldrán del puerto de Verdón, cerca de Burdeos. Su suerte está echada ya que Paul Reynaud, el presidente del Consejo de Ministros, ha dimitido y cedido el poder a Petain, el héroe de Verdún. El 22 en alta mar, los diputados conocen la firma vergonzosa del armisticio y la cesión ante todas las exigencias nazis. Además de Georges Mandel, embarcaron también Edouard Daladier, Jean Zay (ministro radical-socialista) y Pierre Mendès France, político importantísimo durante todo el periodo desde la guerra hasta la llegada al poder de los socialistas en 1981.
El nuevo régimen colaboracionista de Vichy los acusa de traición y vierte sobre ellos todos los argumentos denigrantes en boga. Los panfletos antisemitas y las acusaciones que les tildan de antifranceses son las más usadas. A su llegada a Marruecos, que finalmente se ha decantado por Vichy, son detenidos. Varios diputados serán juzgados y condenados: George Mandel y Jean Zay a cadena perpetua, Mendès-France a seis años de prisión.
Pierre Mendès-France, conseguirá escapar poco después y logrará, tras meses de fuga, llegar a Londres donde se pondrá a las ordenes de De Gaulle continuando su carrera militar y política. En la escuadrilla Lorena encontrará al novelista Romain Gary, del que ya se hablará en estás páginas.
Tras la guerra, participará en reorganización del centro-izquierda francés y refundará el PS (Partido Socialista). En su larga carrera política, – subsecretario de Estado del Frente Popular de León Blum-, tomará parte en la Conferencia de Bretton-Woods donde conocerá a Keynes al que apoyará infructuosamente. Después, tendrá una labor destacada en el proceso de descolonización, será ministro varias veces e incluso Presidente del Consejo durante la IV República. Su labor es fundamental en las negociaciones de Ginebra que pondrán fin a la Guerra de Indochina, sacando a la República del avispero vietnamita. Durante los 60 y los 70 intentará coordinar los esfuerzos de la izquierda francesa para llegar al poder, siempre dejando predominar a las ideas sobre los lideres. Esa facultad, virtud podríamos decir, le permitirá sobrevivir políticamente a mayo del 68 y le hará desistir en el último momento de la lucha fraticida que tiene lugar para ser el candidato del recién fundado PS durante el congreso de Epinay-sur-Seine en 1971. Pierre Mendès-France se aparta y deja toda la escena al ambicioso François Mitterrand. Un hombre tranquilo, ya casi olvidado hoy, que no dudó en jugarse la vida defendiendo la justicia, y al que algunos pagaron con desprecio inmerecido, con odio xenófobo y viles bajezas. Nunca le faltará la sonrisa que acompaña la verdadera valentía, para enfrentarse a los nazis, a Petain (a quien remitió una carta al escaparse de la cárcel) o a Jean Marie Le Pen, que le insultó en 1958.
Su larga vida y carrera política contrasta con la de algunos de sus compañeros de viaje. Jean Zay, de origen judío, – como Mendès-France-, fue estigmatizado por el régimen. Encarcelado, se negó a huir a pesar de que la resistencia podía haberle liberado, y fue asesinado por franceses de la milicia colaboracionista. Al igual que George Mandel, a pesar de pertenecer a partidos y opciones diferentes, prefirió morir en Francia antes que dar argumentos a quienes les acusaban de ser la anti-Francia.
Mandel que parecía estar destinando a ser el De Gaulle de Francia, sufrió igual suerte. En 1944 ante la derrota tras el Desembarco, muchos de los prisioneros políticos son trasferidos Buchenwald, de allí se envía a Mandel a París. El 7 de julio de 1944 en el bosque de Fointainebleu, George Mandel es asesinado por la milicia colaboradora. Balas francesas acaban con quien pudo ser el nuevo líder de la Francia de la post-guerra. La guerra civil se cobró a buena parte de la intelligenstia francesa, aunque ésta renacerá ya que la mayoría de los exiliados volverán a reconstruir el país, intelectual y moralmente.
Cuando la última amarra se suelta del muelle y el Massilia deja atrás Francia, los tripulantes y pasajeros sellan su destino. Para algunos una larga vida política, medallas, reconocimiento o reveses, para otros, una muerte innoble. Finalmente, un pequeño acontecimiento permite a otros hombres que están muy lejos pasar a primer plano, y así, a golpes de estructura económica, de casualidad y suerte, de decisiones aparentemente nimias, las líneas torcidas de la Historia se van trazando. Y la casualidad, – y la suerte -, son sólo los contrafuertes que favorecen, las trampas que dan al traste con las decisiones. En esos momentos de crisis total se observa con claridad que cada acción tiene una consecuencia que, por definitiva, conviene poder asumir el resto de la vida. Parafraseando a Pierre Mendès-France: “Gobernar es elegir”.
La Francia de la posguerra será dirigida por el espíritu gaullista que reafirmará la independencia de Francia vis-a-vis tanto de los EE.UU. como de la URSS. Una de las terceras vías continentales, un modelo que pone en marcha un sistema de bienestar social y al tiempo se distancia del comunismo. Probablemente, una Francia diferente a la de Georges Mandel. Avanzar más es entrar en los tortuosos terrenos de la ucronía.
Agradecemos a la cadena de televisión pública franco-alemana ARTE y a la revista de información televisiva y cultural TELERAMA, el énfasis y la determinación con la que defienden documentales y libros que desentierran acontecimientos olvidados, muy dignos del conocimiento general. Desde Blog-francia.com agradecemos el esfuerzo de tantos historiadores, documentalistas, cineastas, artistas y aficionados cuya máxima es esa tan antigua del romano de Iberia, Seneca: “Aquellos que no conocen su historia están condenados a repetirla”.
En especial a Virginie Linhart autora del documental “Juin 1940 : le piège du «Massilia» /Junio de 1940: La trampa del Massilia.
Por Alexander Paraskinnen.