Relaciones Exteriores de Francia

El futuro de Europa
El futuro de Europa

La política exterior francesa posee, -a diferencia de la española, italiana o latinoamericana -, unas líneas maestras que se siguen desde al menos el final de la II Guerra Mundial. Como en el caso del Reino Unido, Alemania o los Estados Unidos, esto permite mantener una orientación y hacerse valer frente a aliados y enemigos. Los bandazos de la política exterior española han causado grandes males a la imagen internacional y a la respectabilidad del país. Francia, como los países anteriormente citados, posee un proyecto, que puede ser respetable o imperial, europeo o aislacionista, pero posee un proyecto, comprensible, que se puede apoyar o combatir. Y esta es la primera gran clave de la política exterior de Francia.

Las grandes líneas de la política exterior francesa.

Francia ha estado siempre en el centro de la construcción de la Unión Europea, de que ha sido parte fundamental desde los orígenes de ésta a mediados del siglo XX.

Desde 1958, ha construido una democracia presidencial, la de la V república, que no ha sucumbido a las inestabilidades experimentadas en los primeros regímenes parlamentarios. Francia es también, por sus propios medios potencia nuclear y espacial.

En las décadas recientes, la historia de Francia fortalece la relación de cooperación mutua con Alemania, lo que le ha garantizado la integración con la economía del resto de Europa. Estas han sido sus líneas políticas fundamentales, independencia, cooperación europea y presencia internacional, en las grandes decisiones mundiales y en África y Oriente Medio, sobre todo. Al tiempo, gracias a sus territorios y departamentos repartidos por el mundo (Guadalupe, Guyana, Polinesia, Reunión, TAAF, Mayotte…), a su potencial marítimo (Zonas económicas exclusivas ZEE) y al prestigio de su cultura y diplomacia, Francia mantiene buena parte de su pasado vigor internacional en buena parte del planeta.

Los años de incertidumbre 1945-1958.

La política exterior de la IV República, tras la II Guerra Mundial intentó recuperar y lavar la imagen del país, tras la ignominiosa colaboración de Vichy con la dictadura hitleriana. La fuerte personalidad de De Gaulle y las acciones de la Resistencia  fueron sus mejores armas. El gobierno de concentración nacional formado tras las guerra dio entrada a todos los partidos, incluidos los comunistas, muy activos en la lucha contra los alemanes. Esto planteó problemas a la alianza con los EE.UU. Sin embargo, el problema colonial pronto iba a dirigir la política exterior francesa. La debilidad institucional de la IV República no permitía que las líneas que se iban diseñando pudiesen consolidarse.

Con respecto a Alemania, de la distancia, rápidamente se pasó a una colaboración estrecha. Los políticos más lúcidos, De Gaulle, Edgar Fauré, Robert Schuman y Jean Monnet se dan cuenta de que en el contexto de la guerra fría sólo un reforzamiento de la posición europea puede permitir que las potencias europeas sigan teniendo voz. Comienzan a desarrollarse los acuerdos con la Republica Federal Alemana y la idea de Europa se esboza con la firma del Tratado sobre el Carbón y el Acero (CECA) en 1951. A pesar de todo ello no debe olvidarse que ningún país, y por su puesto Francia, piensa en un proyecto supranacional que limite la potestad en política exterior y militar.

Ensayo nuclear en el desierto del Sahara. La bomba francesa había nacido. Tras la independencia de Argelia los ensayos continuarían en algunos atolones de la Polinesia.

Un segundo proyecto es la independencia política y militar vis a vis de los Estados Unidos, con la salida del órgano de mando de la OTAN, el cierre de las instalaciones norteamericanas en Francia y la bomba atómica, la Force de frappe française, cuyos ensayos nucleares comenzaron en Argelia en 1960.

El tercer punto fundamental es la descolonización, que empieza a verse como inevitable, pero que plantea aún serios inconvenientes económicos y también humanos. La inevitabilidad no se acepta tras la II Guerra Mundial, – a diferencia del pragmatismo británico-, y tiene que ser la sorprendente y espectacular derrota de Diên Biên Phu en 1954 en Indochina la que obligue a Francia a retirarse y cambiar su política exterior.

El norte de la actual Argelia contaba con gran parte de población de origen europeo y era considerada parte inseparable de la metrópoli. En esos años, la población de origen africano de esos departamentos reclama los mismos derechos que el resto. Ante la negativa a otorgárselos, la cuenta atrás para la independencia se inicia con una larga y sangrienta guerra civil. Matanzas de ambas partes, tortura Estatal, terrorismo de las OAS en la Francia metropolitana e incluso una intentona golpista, jalonarán estos años. La descolonización, la pacífica (África del Oeste, África Ecuatorial y Central) y la violenta (Indochina 1954 y Argelia 1954-62), supondrá el final de la IV República y un cambio en la estrategia francesa en el exterior.

Política exterior de la V República:

De Gaulle en el poder las grandes líneas desde 1958 hasta Jacques Chirac y el final del siglo XX.

De Gaulle quiere afirmar la independencia francesa frente a la URSS y EE.UU. Por ello desarrollará su fuerza de disuasión nuclear, avanzará en la alianza francoalemana y la CEE e intentará aislar a los británicos. Al mismo tiempo Francia busca reconciliarse con los países del Tercer Mundo y las potencias emergentes como China. Esas grandes líneas continúan hasta hoy en día, a pesar de la supuesta intención del actual Presidente, Nicolas Sarkozy, por reconducir la política extranjera hacia el atlantismo.

Pero en 1958 Francia necesitaba sobre todo salir del avispero colonial. Lo conseguirá entre 1954 y 1958, gracias a Pierre Mendes-France y al propio De Gaulle, que consiguen firmar una paz honrosa con Vietnam y salir de Argelia a pesar de las resistencias de una parte de la población francesa. En cambio en Senegal, el Golfo de Guinea y el Sahel, Francia mantendrá la influencia, dirán unos, desarrollará un neocolonialismo dirán otros.

Con respecto  a EE.UU, Francia marca su oposición en numerosas ocasiones a los norteamericanos, la última el discurso en contra de la invasión de Irak, que el gobierno de Bush basaba en acusaciones falsas, la posesión por parte de Sadam Hussein de armas de destrucción masiva. El discurso ante las Naciones Unidas, del entonces primer ministro Dominique de Villepin tendrá mucho eco en Europa, America Latina, África y Asia y redorará el blasón un poco deteriorado de la diplomacia francesa. Esto no quiere decir que la política de Francia haya sido independiente, ni totalmente opuesta a la de otros países más atlantistas. Sí que es una manera de mantener la influencia política y militar francesa en el mundo. La imagen de país colonizador de Argelia e Indochina, mejoró gracias a la acción antiamericana y permitió que Francia conservase su influencia en buena parte de África y algunos países de Asía. Gracias a la Francofonía y a su equidistancia relativa entre Este y Oeste, también tuvo buenas relaciones, cuando menos curiosas con algunos países del este como Yugoslavia, Alemania del Este o Rumania.

Tras la descolonización nuevas oleadas de inmigrantes venidos del Magreb e Indochina primero, de toda África y China después, se añadían a los millones de españoles, portugueses, italianos, polacos y belgas que habían llegado desde finales del XIX. Con el crecimiento de la población de origen magrebí la política exterior de Francia ha basculado de un apoyo claro a Israel hacia una equidistancia menos maniquea ya que el conflicto árabe-israelí afecta simbólicamente a muchos franceses de religión u origen musulmán o judío.

La mayoría de los franceses, sea cual sea su religión o pasado han sabido distanciarse de estos conflictos, pero es cierto que en los últimos años los problemas internos de la sociedad francesa, exclusión y desempleo, la coincidencia de la pobreza con ciertos origines y barriadas periféricas ha hecho que algunos franceses se viesen como ciudadanos de segunda clase, o que en otros despertasen sentimientos de clara xenofobia. Ahí, la guerra en Palestina sirve como catalizador o excusa para desencadenar estallidos de violencia o justificaciones xenófobas.

La reconciliación entre Francia y Alemania. Mitterrand y Kohl unidos en el Memorial de Verdún donde centenares de miles de europeos se mataron mutuamente.
La reconciliación entre Francia y Alemania. Mitterrand y Kohl unidos en el Memorial de Verdún donde centenares de miles de europeos se mataron mutuamente.

Otro de los lunares que manchan una política exterior relativamente seria son los errores cometidos durante los 80 y 90 en Ruanda y en menor medida en Bosnia. La falta de una acción preventiva del gobierno de Mitterrand y de Chirac en la época Presidente y Primer Ministro, no freno pudiendo hacerlo una masacre que hubiera sido controlable, o al menos limitable en 1994. Años antes, en 1985, ya con Mitterrand como presidente, los servicios secretos franceses son responsables del hundimiento del buque ecologista Rainbow Warrior en Nueva Zelanda en 1985. Esta acción que costó la vida a un fotógrafo y supuso una dura prueba para la imagen de Francia como defensora de los Derechos Humanos. Los ensayos nucleares en Mururoa terminaron en 1995.

Pero sin duda el mayor éxito de la política exterior francesa ha sido la Unión Europea. Francia ha sido junto a Alemania y el Benelux la impulsora del crecimiento europeo desde los años 50 hasta los años 2000. De Gaulle, Pompidou, Giscard D’Estain y François Mitterrand se han relevado en la dirección de la locomotora europea, junto a Alemania. Aquí es donde Mitterrand ha dejado lo mejor de sus savoir faire diplomático, consiguiendo soldar la alianza franco alemana con acciones y confianza , pero también con momentos simbólicos como el apretón de manos de Verdún.

Chirac ha continuado esas senda, pero Francia, paradójicamente también ha supuesto el freno al gran salto, que debe darse si se quiere superar el impás: la unificación política. Aquí observamos los límites de la propia política exterior francesa, ya que a pesar que haber construido una institución europea eficaz y moderna, Francia, los franceses no ven con buenas ojos una supranacionalidad mayor. Así el fantasma del populismo que hoy en pleno siglo XXI vuelve a instalarse en Europa, ya había atacado en Francia en 2005 cuando en el referéndum sobre la nueva Constitución europea el 55% de la población votó en contra. Desde ese momento, y aguzada por la crisis financiera la Unión Europea se encuentra convaleciente.

El siglo XXI, ¿Francia? ¿Europa?

La política exterior francesa junto a la de sus socios comunitarios ha creado una conjunto de instituciones y de sentimientos profundos aunque frágiles. Desde el Parlamento, la Comisión, el tribunal Europeo de Estrasburgo hasta las becas ERASMUS, pasando por la PAC, los tratados de libre circulación de personas y mercancías, los acuerdos de Schengen, todo son creaciones en las que Francia ha colaborado intensamente. Hoy la Unión Europea se encuentra paralizada y los peligros del provincianismo, del nacionalismo, la xenofobia y el aislamiento se vislumbran de nuevo. ¿Qué hará Francia?

La pregunta es de gran importancia porque Francia es un verdadero crisol de gentes venidas de todos los origines, cuyas religiones son diversas pero que han aceptado el laicismo. De alguna manera Europa, los europeos, deberían hacer lo mismo, olvidar sus provincianismos y sus diferencias para colaborar. La ayuda mutua siempre es mucho más eficaz que el conflicto, la guerra y la destrucción.

Por Iñigo Pedrueza..