La ciudadela medieval de Carcasona
La fortaleza de Carcasona se llama La Cité, la ciudad. Ello tiene que ver con que fue el primer, y lógico, emplazamiento de la ciudad. Una colina fortificada, de fácil defensa y con una amplia perspectiva sobre la llanura y las riquezas agrícolas circundantes. Además, a sus píes el río Aude. El paso de los siglos y las limitaciones de espacio, así como la progresiva pacificación del territorio, harán mucho más interesante poblar y habitar la zona baja, cuyo casco antiguo, la Bastide St Louis es el otro gran centro de interés de Carcasona. La fortaleza de Carcasona es uno de los monumentos más visitados, junto al Pont du Gard, del Languedoc Rosellón.
La fortaleza, o más bien, la colina en donde se construyó fue ocupada ya desde época prehistórica. Más tarde las primeras culturas agrarias habitarán este lugar y dejando a su paso abundantes restos arqueológicos que lo atestiguan.
Entradas y excursiones
Antigüedad romana y mucho más
La fortaleza, o más bien, la colina en donde se construyó, fue ocupada ya desde época prehistórica. Ya desde el siglo VI a.C el poblamiento está confirmado. Más tarde las primeras culturas agrarias habitarán este lugar y dejando a su paso abundantes restos arqueológicos que lo atestiguan.
A finales del siglo II a.C Carcaso se integra en la provincia romana de Narbonensis. Al parecer, la población sirvió de punta de lanza para la conquista de la Galia, pero después su importancia será limitada. Con el aumento de la inseguridad que provocan las primeras invasiones bárbaras, la colonia se atrinchera en la cumbre de la colina.
Parte del reino ibérico de los visigodos, guerras cátaras y ¡cruzada!
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, los diversos grupos invasores ocuparán parcelas del antiguo Imperio. Los reinos godos serán frágiles y sus fronteras, que evidentemente no tenían el valor de las actuales, cambiarán sin cesar. El Reino Visigodo, que mal que bien controla la península ibérica, se extiende por el corredor mediterráneo al otro lado de los Pirineos hasta prácticamente el valle del Ródano y Arlés.
Ese mapa que fue grabado en la consciencia de los españoles durante la dictadura intentaba mostrar el apogeo de los “primeros españoles”, dominadores, incluso, del sur de Francia. La absurdidad de los propósitos no se sostiene, pues evidentemente, ni Francia ni España existían en el año 400. La mitología de los mapas y las ucronías hacia el pasado siguen de moda, desgraciadamente. El uso grosero de la historia sólo se soluciona aprendiendo con espíritu abierto, y olvidando orgullos nacionales y otras tonterías similares.
Pero volvamos a nuestros visigodos. Su reino se enfrentará a los francos que han conseguido dominar una buena parte de la Galia y derrotados sólo conservarán la Septimania, el corredor mediterráneo antes citado, con Carcasona y Adge como ciudades fronterizas.
La rápida caída del reino visigodo tras la invasión árabe propicia que Pipino el Breve ocupe la Septimania en 759, una vez que la frontera con los musulmanes se sitúa al sur del Ebro. Un condado se establece con la familia de los Oliba, que dominará la región durante dos siglos.
Carcasona medieval
Los siglos siguientes señalaran la constitución poco a poco de los dominios señoriales, -en Carcasona los Trenzavel- , y los intentos de algunos de estos señores por alcanzar un poder mayor. Varios centros van configurándose, uno en la península ibérica, el Reino de Aragón, otro entorno a París. Otros centros menores irán perdiendo progresivamente su importancia, como el Condado de Toulouse o el de Provenza.
Los Cataros, realidad y mito
A principios del siglo XII las guerras de religión se mezclan con las tentativas de organizar el poder. Los cátaros, considerados herejes por la curia romana, críticaban al clero y habían creado una Iglesia dentro de la Iglesia. Su poder crecía sobre todo en el sur de la actual Francia y Roma comenzó a inquietarse. Su visión del mundo no se adecuaba a los intereses del clero romano y de la Iglesia europea. Como otras sectas, propugnaban una búsqueda de la pureza gracias al ascetismo y a la pobreza material. Esto en sí mismo ya constituía una crítica terrible con la plutocracia de la Iglesia católica, su relajación de las costumbres y su intensa intromisión en los asuntos políticos y dinásticos. A este conflicto irresoluble se añadían cuestiones sobre los dogmas, los sacramentos y el valor de los textos sacros. Además los cátaros negaban la valía y las enseñanzas del Antiguo Testamento.
Al traducir los textos sagrados y tener una actitud evangélica y un proselitismo fuerte el conflicto era inevitable. Sin embargo, no debemos olvidar que a la cuestión religiosa, o mejor, sobre la cuestión religiosa se encontraban las luchas económicas y por el control político, la influencia en la nobleza de la Iglesia y la posesión de la tierra y de las gentes que la trabajaban.
El rey de Francia y el Papa Inocencio III se alían y una cruzada contra la herejía catara es declarada en 1208. El Duque de Toulouse, la potencia regional es acusado de connivencia con los herejes y progresivamente todas las ciudades de la región son ocupadas en medio de un baño de sangre. Beziers, Albi, Toulouse y Carcasona. Sólo en 1271 se resolverá el problema, finalmente dinástico, con la inclusión definitiva del Condado de Toulouse en el Reino de Francia.
En ese contexto la lucha entre los Vizcondes de Trenzavel, familia dominante en Carcasona, y el poder de la dinastía capetiana configurará la arquitectura de la ciudad. Dichas luchas obligarán a construir las fortificaciones y murallas, el castillo y también la catedral, todo ello en el siglo XIII. A pesar de todo los vizcondes serán derrotados y obligados a unir su patrimonio con el de la casa real.
La configuración de la fortaleza en esa época es ya muy similar a la que se puede ver en la actualidad. Dos líneas de murallas, 16 torres y barbacanas, – entre ellas la de la puerta del Aude, muy espectacular. Tras el asedio de 1245 en el que los Trenzavel intentaron, en vano, recuperar el poder, se construye un puesto avanzado, la torre de Peyre y el castillo. También en ese momento se reparan varias zonas de la muralla, dañada durante el asedio. El estilo dominante del castillo de la Cité es el románico.
Con la entrada ya asegurada en el patrimonio real a partir de 1271, Felipe III el Valiente y su hijo Felipe el Hermoso (no confundir con el padre de Carlos I y marido de Juana la Loca), se amplían y refuerzan ciertas zonas de la muralla. Se reconstruye y refuerzan casi todas las torres, la del Moulin du Connétable, de Saint-Nazaire, del Evêque, du Trésau y de la Puerta de Narbona, puerta principal de la Cité.
La restauración de Villet-le-Duc en el siglo XIX
Pensada por Prosper Merimé, artista y también político y gran impulsor de la recuperación del patrimonio de Francia en el siglo XIX. La restauración se encarga al arquitecto Viollet-le-Duc y comienza en 1844. Según los expertos el resultado es excelente, a pesar de tratarse de una restauración muy temprana.
Si la cuestión arquitectónica fue resuelta con bastante éxito, la ciudadela de Carcasona no pudo escapar a la idealización se superpone al decorado de la ciudad reconstruida. Melodramas de temática medieval, teatro al aire libre y desde 1908 escenario para el rodaje de numerosas películas. La entrada de la ciudad en el Patrimonio Universal de UNESCO en 1997, da un último impulso a la ciudadela que dirige, a veces con demasiada omnipresencia la imagen de Carcasona.
Horarios y Precios
De octubre a marzo abierto de 9h30 de la mañana hasta las 17h de la tarde.
Entre abril y septiembre de 10 de la mañana a 18h30 de la tarde.
Entradas y excursiones.
Basílica de Saint-Nazaire.
Antigua catedral de la ciudad medieval. Nave de estilo románico y bóvedas góticas. Vidrieras muy interesales. La torre proporciona una perspectiva inigualable sobre todo el país de Carcasona, dada la altura de la fortaleza.
En su interior se encuentra la Piedra del Sitio, cuyo nombre proviene del asedio de la cruzada del siglo XIII llamada así por el cerco a que fue sometida la ciudad por los cruzados en el siglo XIII.
La nueva ciudad medieval, la Bastide de St Louis
A través del Pont Vieux se accede a la Bastide de St Louis desde la Cité de Carcasona. Así se conoce al casco antiguo de la ciudad medieval que va a substituir a la ciudadela, en importancia y tamaño, ya desde el siglo XIII. Su crecimiento se basa en la progresiva pacificación de la frontera sur del Reino y en el desarrollo de una importante manufactura textil desde el siglo XIV hasta el XVIII. El tratado de los Pirineos de 1659 que otorgaba a Francia la Cerdaña y el Rosellón situaba definitivamente la frontera en los Pirineos, de ahí en adelante línea de separación entre los reinos ya asentados de Francia y España.
La Bastide se llenará en está época de palacios y casas señoriales, propiedad de los ricos comerciantes y productores de telas. Progresivamente el poder religioso y político también se va desplazando de la ciudadela a la ciudad baja, la Ville Basse, sobre todo, tras el Tratado de los Pirineos antes citado.
La Catedral Saint-Michel, -construida en el siglo XII-, substituirá a la antigua catedral de la fortaleza, la de Saint-Nazaire et Saint-Celse. Se trata de un bello ejemplo del gótico languedociano. Descuidada tras la revolución francesa será restaura también, como no, por Viollet-le-Duc en 1840.
La Bastide destaca por sus calle llenas de edificios donde reposar por un momento la mirada, con placitas y callejones. Un recorrido interesante es el que comienza a la entrada de la Ville Basse a orillas del Canal du Midi. Se puede cruzar el puente del canal al lado de la esclusa oval. Inmediatamente pasearemos por el Jardín Chémier continuando por la rue Clemenceau. Esta calle nos lleva a la Place Carnot, centro de la Bastide. Aquí se celebran martes y jueves y sábado por la mañana un mercado con productos del terroir, donde destacan las frutas, los vinos y los quesos. Si su visita coincide uno de estos días no dude en pasar por allí. Eso sí, CUIDADO con los horarios, partir de las 12, hora de comer en todo el mundo excepto en España, los puestos comienzan a cerrar.